«Workers: the class war has begun. Yesterday, in front of the McCormick factory, the workers were shot. His blood calls revenge!».
Este párrafo, publicado al día siguiente de la sangrienta represión del levantamiento de Chicago, le valió la horca al periodista Adolf Fischer. Así de fáciles estaban las cosas por ese entonces.
Según parece, cada cosa que los seres humanos logramos a lo largo de la historia necesita de la sangre derramada como combustible.
He visto trabajar a mis padres hasta el agotamiento. He visto luchar a mis hermanos, esforzarse, caer y levantarse para seguir luchando.
He visto a mi esposa, inagotable, canjear sueños por el bienestar de su familia (nosotros).
He visto progresar a esos amigos con los que pateábamos una pelota en pantalones cortos.
He visto a mis hijos crecer y demostrarme que comprendieron por dónde pasa la dignidad.
He sumado nuevos amigos del trabajo y del oficio que me suman trabajo y oficio.
Ustedes me van a disculpar si no les deseo un feliz Día del Trabajador.
Prefiero reiterarles que hoy, particularmente hoy, los admiro y respeto.