Como ocurre casi siempre que tengo ganas de hacer otra cosa, mi mujer necesita que vaya al supermercado a buscar «unas poquitas cosas». Con dedicación, Agus escribe la lista que su madre dicta a viva voz desde la cocina.
Manejando el carrito con la mano izquierda con una habilidad que solo dan los años, saco del bolsillo el papelito y empiezo. Hamburguesas. No, de estas no, de esas. Salchichas, las de los perritos. Queso. El queso está en el pasillo de al lado. Vamos. Perdón señora, no soy yo, son las rueditas.
Cuando leo el cuarto producto de la lista me asalta la ternura. Con su preciosa letrita de nena de seis años, Agus había escrito «rabioles». Ahí nomás, con el carrito cruzado en el medio del pasillo, llamo a mi mujer.
—Che, «rabioles» no hay.
—¿Cómo que no hay? ¡No puede ser! ¡Preguntá!
—Ya pregunté, y me dicen que «rabioles» no tienen.
—¿Y no hay de ninguna clase? ¿Con pollo no hay? ¿O con carne y verdura?
—»Rabioles» no. Ravioles con uve, sí.
—Bueno, si no hay ni siquiera con ricota, traé esos y espero que a los chicos les guste.
No debemos sorprendernos si situaciones como esta empiezan a sucederse una tras otra. De hecho, creo que deberíamos estar preparados. Porque la Real Academia Española se alista para anunciar antes de fin de año las nuevas reglas ortográficas que regirán nuestra lengua. Entre ellas, la «ve corta» ya no será tal, sino que se rebautiza como «uve». ¿Les parece un tema menor? Imaginemos por un momento la cara de la rubiecita del local de ropa del centro comercial (shopping suena paquete, pero no es RAE) cuando le pidamos un suéter verde musgo con escote en uve.
Otra. Desaparece el acento diacrítico para diferenciar sólo de solo. Veamos. El buey solo bien se lame. Claramente significa que este animalito se da lengüetazos sin ayuda. ¿O será que lo único que hace bien es chupetearse?
Como si todo esto fuera poco, la RAE (Real Academia Española) rae (presente indicativo de la tercera persona del singular del verbo raer) de raíz la i griega, la que a partir de ahora solo será reconocida como ye.
Creo que estamos en la antesala de una pulseada en la que las letras tendrán un protagonismo indiscutido. Solo el tiempo dirá si estas normas terminan imponiéndose. De ser así, nuestros pueblos no tendrán otra opción que encolumnarse con el brazo en alto y los dedos formando la uve de la victoria.