La reunión había sido fijada para las diez de la mañana, hora de Guinea Ecuatorial. El primer auto (un Audi A5 negro con los vidrios polarizados) subió por Perón y giró a la izquierda por 25 de Mayo; avanzó despacio y se detuvo frente a la puerta del Ministerio. Durante los cinco minutos siguientes la misma escena se repitió seis veces; autos negros de diferentes marcas, todos de alta gama, todos negros. Para el comienzo de la reunión estaban sentados alrededor de la mesa siete de los ocho convocados.
—¿Alguien sabe algo de Gonzalo? —La pregunta del secretario flotó por la sala y todos la siguieron con la vista hasta que salió por la ventana y se desvaneció en la oscuridad de la noche.
—Empecemos. Esta reunión debe terminar antes del amanecer —sentenció el ministro. El funcionario de Defensa fue el primero en hablar.
—Sensatio —dijo. Todos, incluido el mozo del Ministerio que, de blanco impecable, depositaba un pocillo de café frente a cada uno de los presentes, se miraron desconcertados. —Sensationis —agregó doblando la apuesta. —Existe una corazonada o presentimiento generalizado de que algo va a suceder. Algo malo. Y no es más que eso, un presentimiento. Pero existe, y no podemos ignorarlo.
—Es la razón por la que convoqué esta reunión. ¿Y si nos cuenta algo que no sepamos? —lo retó el ministro.
—Señor ministro, entendemos que nuestra respuesta a la «sensación de inseguridad» debe plantearse en el marco de la ley. De la ley de Newton. De la tercera ley de Newton, para ser más precisos. Podemos neutralizar su acción con una fuerza de igual magnitud pero de sentido contrario. Debemos instalar con rapidez la «sensación de seguridad».
No sonó mal. El ministro terminó el café de un sorbo y miró a cada uno de los presentes, excepto a Gonzalo Aguilar, el Director Nacional de Inteligencia, que nunca llegó. Ante el silencio unánime, el ministro animó al funcionario de Defensa a continuar.
—Nuestro trabajo se inició con un análisis pormenorizado de la efectividad de diversas estrategias de comunicación. Concluimos que los subterráneos de Buenos Aires son un buen lugar para comenzar con nuestro plan —el funcionario acompañó el final de la frase poniéndose de pie y repartiendo una hoja de papel membretado a cada uno de los presentes. —Señores, les presento el «Programa Subte Alerta».
El efecto rimbombante del nombre del programa duró el tiempo que le llevó al ministro leer la segunda y única línea que había debajo del título: *3141592654. Luego de una pausa estudiada, el funcionario de Defensa siguió con la explicación.
—El desarrollo de un programa de esta envergadura requiere una profunda investigación previa, y yo asumí personalmente la responsabilidad de esa tarea. Viajé en subte en forma ininterrumpida durante treinta días mirando, escuchando y sintiendo en carne propia todo lo que que allí sucede, y estoy en condiciones de afirmar que podemos hacerlo.
—¿Hacer qué? —preguntó el mozo.
—Instalar la «sensación de seguridad». Todos los pasajeros viajan con su teléfono celular. Escuchan música, leen las noticias, juegan. No hacen otra cosa.
—No todos —acotó el mozo, que ya se había sentado en el lugar del ausente Aguilar. —Muchos leen. Muchos. Y hay un descerebrado con un tremendo TOC que cuenta lo que la gente lee en el subte.
—¿Con un qué? —preguntó el ministro realmente intrigado.
—Con un TOC, un trastorno obsesivo compulsivo. Cada día, el tipo publica en Twitter el título y autor de cada libro que ve en manos de los pasajeros. Si no me cree, busque el hashtag #SubteLee.
—¿Y me puede decir con qué tuitea el descerebrado ese? —El funcionario de Defensa le lanzó al mozo una estocada mortal, centrando nuevamente el eje de la conversación en el generalizado uso del celular por parte de los pasajeros. —Hay muchos ejemplos de uso del teléfono celular para facilitar la comunicación con diversos servicios. Y todos se basan en la aplicación de reglas nemotécnicas para facilitar su memorización.
El ministro empezó a entender hacia dónde se dirigía el programa. A través de la ventana comenzaban a adivinarse las siluetas de los edificios del otro lado de la calle; empezaba a aclarar. Miró su reloj y le hizo una seña inequívoca al mozo para que le alcanzara otro café.
—No me miren así, les voy a dar un ejemplo. Si se quieren comunicar con el servicio de atención al cliente de Visa desde el celular, basta con marcar el asterisco y el numero 8472, que en el teclado coincide con las letras V, I, S y A. Éste mismo concepto es el que proponemos aplicar en el programa. Marcando asterisco y el número que hemos elegido, el pasajero podrá comunicarse con nosotros ante un delito o una emergencia.
—Está bien, está bien, ya se entendió. Ahora explíqueme qué carajo significa el asterisco tres uno cuatro uno cinco nueve dos seis cinco cuatro —El ministro empezó a perder la paciencia.
—Muy simple. Ese número surge de dividir la superficie de un círculo por el cuadrado de su radio —Por primera vez desde el comienzo de la reunión los murmullos inundaron la sala.
—¿Y usted supone que el pasajero del subte se va a acordar de semejante número?
—Lo que es seguro es que se van a evitar muchas llamadas al pedo —El comentario del mozo no le cayó bien al funcionario de Defensa que, coherente, salió en su propia defensa.
—No necesitan recordarlo. Como ya habrán notado, se trata del número pi. Aplicando la nemotecnia, solo deben recordar marcar el asterisco pi. Como dije, muy simple.
—Disculpemé caballero —intervino el secretario de Educación— pero nadie conoce el número pi, y mucho menos con semejante cantidad de decimales.
—Disculpemé usted caballero —retrucó el funcionario— pero ese problema solo puede ser atribuido a una falla en el sistema educativo. Usted verá cómo resolverlo.
El secretario de Educación se trepó a la mesa con la intención de alcanzar al funcionario de Defensa con el puño derecho, pero se frenó de inmediato ante el grito del ministro. Los primeros rayos del sol anunciaban el amanecer y a la reunión se le terminaba el tiempo.
—De acuerdo, implementemos el programa, pero acortemos el número. Cuatro decimales. De paso hacemos los autoadhesivos más chicos y ahorramos presupuesto —tras las precisas instrucciones del ministro, la reunión se dio por terminada.
Al salir el secretario de Educación y el funcionario de Defensa se miraron, se midieron. Después se encontrarían en la Plaza de Mayo.
Un comentario en «La inseguridad y la Ley de Newton»
Cuando instalaron el sistema rápidamente noté que se trataba del número Pi a pesar de haberme llevado matematicas TODOS los años, pero conversando con amigos me dí cuenta que no muchos lo reconocian.
No dudo de que el número lo.hayan decidido en una reunión muy parecida a esta, aunque olvidaron el detalle de que en la Línea H aún hoy no hay señal de celular.
Me gustó mucho. Es el primero que leo así que ahora a recorrer el blog.
Saludos!