La inteligencia es un commodity
Dos escenas me llamaron la atención cuando entré a ese lugar. La primera: una chica de unos 22 o 23 años en un sillón enorme, la notebook en la falda y los auriculares conectados a un smartphone que descansaba al lado, sobre el almohadón. Estaba sentada sobre su pierna izquierda flexionada y tecleaba sin parar. La otra: un chico, tal vez un poco más grande, de unos 25, en un escritorio. El smartphone estaba al lado del teclado, con la pantalla hacia abajo. Además, tenía un Post-it amarillo pegado en el borde de la pantalla, arriba y al centro, seguramente tapando la cámara. Terminada mi reunión, una hora después, salí de ese espacio de trabajo compartido (co-working) pensando en esos chicos que no tenían ninguna relación con las personas con las que me reuní, y que seguramente nada tenían que ver entre ellos. (más…)



Ayer me robaron. Tres tipos. Me robaron el bolso con mi notebook nueva, efectos personales y años de trabajo y esfuerzo. También, durante un tiempo, me robaron la dignidad. Me sentí vulnerable, desnudo, ultrajado.
«El frente de batalla se ha perdido, y con él la ilusión que siempre había existido en un frente de batalla. En esta no hubo una guerra de ocupación, sino una guerra de penetración rápida y anulación».
El mercado global de Internet de las Cosas para la industria (#IIoT por sus siglas en inglés) proyecta alcanzar los 
La imagen que acompaña a este texto fue tomada en un aula en el Siglo XIX (la tomé prestada del blog Historia de la Educación Argentina). Quiero proponerles un ejercicio: retocar esta fotografía tanto como nos sea posible. No, no con Photoshop, usemos la imaginación que es mucho más poderosa y es gratis. Qué les parece si empezamos dándole algo de color al póster. Pero no mucho; recuerden que las imágenes de próceres deben “sudar” historia. La pared blanca que quede blanca, como los guardapolvos. Para los pupitres podemos usar dos colores diferentes: negro mate para las patas de hierro y marrón veteado para la madera. Sobre el pupitre de la nena de trenzas hay un tintero. ¿Qué opinan? Bien, va azul entonces. Mezclando negro, blanco y marrón podemos armar una buena variedad de colores. Ahora, a elegir cabezas: castaño claro, negro, marrón, castaño oscuro, y así. Sigamos. Los labios de la maestra solo pueden ser rojos. Bien rojos. Y detrás de ella, el pizarrón de un color gris pizarra. O verde. Creo que ya estamos. Con este simple ejercicio hemos logrado, como tirando de una soga, traer la escena algunas décadas más cerca de nuestros días. Pero qué les parece si tiramos un poco más. Digo, ¿y si apoyamos una mochila con un estampado de Hannah Montana contra la pata del pupitre de la segunda fila? Imaginemos también que al chico que está más cerca en el plano, en la tercera fila (peinado con una prolija raya al costado), le ponemos un celular entre sus pulgares. Y para terminar, al alumno que está parado le cambiamos el papel que tiene en la mano por un iPad. La pregunta ahora es: ¿cambió algo? Yo creo que no. Estoy convencido de que nada ha cambiado. Bueno, sí, hemos modernizado en parte la imagen, pero en el fondo nada ha cambiado.