De delincuentes, revoluciones y educación
Llegué al mediodía. El jet lag me empujaba los párpados hacia el piso y el escenario no ayudaba. No era demasiado diferente de otros; todos los aeropuertos son iguales, cosmopolitas por definición. El impacto fue al salir a la calle. El auto me esperaba con la puerta abierta, y el conductor (vistiendo uniforme e inmaculados guantes blancos) me invitó a subir y se encargó del equipaje. El trayecto hasta el hotel fue suficiente estímulo para que mis párpados se limitaran a pestañear apenas lo necesario. (más…)