Así aprendí a llorar
A la memoria de María Cristina (mi hermanita) y de Raúl Alberto Amelong (mi tío)
Mi primer grado fue un tanto cosmopolita, por describirlo de alguna manera. Empezó en mi natal Córdoba, en el colegio jesuita San José para seguir, ya en Rosario, en la Medalla Milagrosa, en Alberdi. Fue por esa época que mi viejo entró a trabajar en MetCon, en Villa Constitución, y hacia allá fuimos todos. A mis seis años no tenía la capacidad intelectual (que si alguna vez tuve, ahora estoy perdiendo) para medir el enorme esfuerzo que mi viejo estaba haciendo: su trabajo en MetCon, de noche, era un complemento a su trabajo principal en el Banco Nación, en Rosario, a donde viajaba todos los días. Nos instalamos en Arroyo del Medio, en una casa bellísima que nos prestó —o alquiló, no sé— mi tío. La casa estaba en medio del campo y lindaba con el arroyo (el «del Medio»), hecho que según recuerdo mantenía a mi mamá con los pelos de punta. (más…)