Pollo multicereal
Bar. 1:19pm
Atravieso la puerta hacia la terraza llevando la bandeja con una sola mano. El jugo de naranja se sacude y golpea contra la tapa que evita el desparramo. El sol cae a pleno sobre las sombrillas verdes que cubren todas las mesas menos una, la única libre. No arrugo. Me siento de frente a esos rayos tímidos que terminan escondidos detrás de una nube con más carácter. Una ráfaga sacude las sombrillas y aprovecha el viaje para llevarse varias servilletas de papel. Mientras clavo la pajita (en mis pagos le decimos así al sorbete) en la tapa del vaso miro a mi alrededor. Dos de las mesas están ocupadas por hombres solos. Uno de saco y corbata. Come rápido. El otro, vestido con ropa informal de marca, está casi acostado en la silla. Más allá dos chicas comen y charlan sentadas una frente a la otra. Comen y charlan en una danza sincronizada que no deja espacio sin llenar. En esa mesa no hay silencios. Más cerca, en la mesa vecina, justo frente a mí, una espalda. Los hombros son angostos y rectos, perfectamente nivelados. Tiene los brazos apenas despegados del torso y apoyados sobre la mesa. La camisa se afina de un modo sutil llegando sin arrugas a la cintura para volver a ensancharse convertida en jean. El pelo castaño cae por el centro de la espalda, casi sin ondulaciones, y se detiene justo antes de la pequeña protuberancia que delata la presencia del corpiño. La nube termina de pasar y el sol me impacta de lleno en la cara recordándome que siempre está. Aunque no lo veamos. (más…)