La biblioteca del topo

La biblioteca del topoLa corriente de aire tibio en la cara le dio la certeza de estar en territorio conocido. Sabía perfectamente que esa columna invisible que se desplazaba de izquierda a derecha era empujada por la formación como el émbolo empuja el contenido de la jeringa. También sabía que solo él sabía que en cuestión de segundos aparecería por el túnel el primer vagón arrastrando tras de sí a cientos de pasajeros comprimidos.

Entrar es otra cuestión. Sabe que la puerta está ahí, pero la información que le brinda su bastón se contamina con los movimientos bruscos y golpes propinados por las piernas de «la gente». Así les dice. «La gente». Los que están apurados. Los que ya dejaron pasar uno y en este van a subir sí o sí. Los que vieron que la chica se está levantando y están decididos a ocupar ese asiento cueste lo que cueste. Y los que lo dejan pasar. A él. Al cieguito. Al que ven todos los días. Al que recorre el pasillo murmurando bajito sin que nadie sepa qué dice exactamente. Al cieguito que ahora avanza con su jarrito de aluminio esperando sentir el tintineo de alguna moneda para intercalar un balbuceo ininteligible.

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Lecturas subterráneas 2

Lecturas subterráneas 2Toc, toc. La puerta se abre y mi psiquiatra me franquea el paso. Su consultorio me resulta desconocido; es el mismo, sí, pero distinto. Me pregunta si estoy mejor y yo, sin mirarlo, repregunto: ¿mejor que qué? Mejor que la última vez, me dice. Su consultorio está distinto. Está ordenado. Todo está ordenado. Los papeles sobre su escritorio se acomodan de manera simétrica y equidistante.

Voy a dejar de contar lo que la gente lee en el subte, le digo. Me mira. Más bien me escruta. Y me pide que vuelva a poner ese signito delante de la palabra subte. Me explica que los cambios deben ser graduales.

Le digo que yo respondo mejor a los cambios radicales, como cuando dejé de fumar. Dejé y listo.

Ahora me pide, diría que me suplica que vuelva a poner el signito delante de la palabra subte. Y lo veo tan mal que accedo. Y le repito mi sentencia: voy a dejar de contar lo que la gente lee en el #subte. Empieza a sudar.

Por sugerencia de mi psiquiatra, hoy comparto la segunda recopilación de tuits realizados desde el #subte, de enero a febrero de 2011. Dice que mi TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) está mejorando. No estoy seguro de lo que eso significa. (más…)

Lecturas subterráneas 1

Lecturas subterráneas 1Llevo casi 20 años viviendo en Buenos Aires. Llevo casi 20 años viajando en subte. Y llevo casi la misma cantidad de años leyendo en el subte. Pero fue recién en julio de 2010 que se me ocurrió prestar atención a lo que leían los otros. Los otros pasajeros, digo. Y fue un descubrimiento sorprendente. Más que un descubrimiento, fue como atender a un llamado. Toc, toc. Un llamado.

Desde entonces, cada vez que subo a un vagón de #subte (porque Twitter mediante ya no es «subte», sino «#subte») doy una rápida mirada alrededor en busca de lectores subterráneos.

Hoy comparto la primera recopilación de tuits realizados desde el #subte hasta Diciembre de 2010. Pero habrá más, porque el llamado persiste. Aunque mi psiquiatra sostenga que ese toc, toc que me llama sea en realidad un TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). Allá él. Yo seguiré tuiteando las lecturas subterráneas. (más…)