El presente en viaje

Acceso NorteCerró. No sé cómo, pero cerró. Tengo que confesar que al ver la cantidad de bolsas, bolsos y valijas que teníamos que llevar dudé, pero para mí es un desafío meter todo en el baúl. No quiero llevar dentro del auto objetos sueltos que ante una frenada brusca se conviertan en proyectiles. ¿Todos tienen puesto el cinturón de seguridad? Listo, partimos. (más…)

Lecturas subterráneas 4

Lecturas subterráneas 4Empezó el calor y se hace sentir. Se dice que en la época estival hay que usar ropa de colores claros. De todos modos, no está para usar camisa de manga larga, y mucho menos con los brazos cruzados sobre el pecho y las puntas de las mangas atadas a la espalda.

Así es como espero a mi psiquiatra, sentado en el jardín a la sombra de un enorme jacarandá. Llega solo, vistiendo una inmaculada camisa blanca igual a la mía y caminando con sus graciosos pasitos de pingüino, girando el tronco de un lado al otro para suplir el impedido balanceo de los brazos. (más…)

Lecturas subterráneas 3

Lecturas subterráneas 3La puerta se abre como respuesta a dos toc toc breves. Grande es mi sorpresa cuando veo que quien la abre no es mi psiquiatra, sino un hombre joven con guardapolvo blanco. Apenas se cierra la puerta tras de mí, veo a mi psiquiatra salir rápidamente a mi encuentro caminando de un modo que me recuerda graciosamente a un pingüino. Ya frente a mí, hace un intento infructuoso por darme la mano. “Linda camisa”, le digo como para disimular el mal momento. Hace con la cabeza un claro gesto para que lo siga y camina en dirección a su consultorio. Lo sigo de cerca, contando mentalmente la cantidad de hebillas que se disponen en forma vertical en su espalda.

“¿Cómo se llamaba el firulete ese?”, me pregunta aún antes de sentarse. Lo miro con expresión de no entender nada. “El cuchuflo ese que usted pone adelante de la palabra. Ese que parece una porción de pasta frola liliputiense”, agrega. Ah, imagino que se refiere al signo numeral. En algunos lugares lo llaman almohadilla. Es el pound de los norteamericanos. “Ese”, me dice ya sentado y con la mirada perdida más allá de la ventana, más allá del jardín, más allá…

Mientra camino por la calle Arévalo en dirección al #subte no puedo dejar de pensar en mi psiquiatra. No es que sienta pena por él, pero ya tampoco admiración. Me pregunto si el tratamiento que está aplicando a mi TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) es el adecuado. Él afirma que lo es, y que está dando los resultados esperados. No lo sé. Sin embargo, subo al #subte y, siguiendo al pie de la letra sus indicaciones, empiezo a recordar con una precisión que me aterra los tuits que realicé bajo tierra entre marzo y abril de 2011. (más…)

La biblioteca del topo

La biblioteca del topoLa corriente de aire tibio en la cara le dio la certeza de estar en territorio conocido. Sabía perfectamente que esa columna invisible que se desplazaba de izquierda a derecha era empujada por la formación como el émbolo empuja el contenido de la jeringa. También sabía que solo él sabía que en cuestión de segundos aparecería por el túnel el primer vagón arrastrando tras de sí a cientos de pasajeros comprimidos.

Entrar es otra cuestión. Sabe que la puerta está ahí, pero la información que le brinda su bastón se contamina con los movimientos bruscos y golpes propinados por las piernas de «la gente». Así les dice. «La gente». Los que están apurados. Los que ya dejaron pasar uno y en este van a subir sí o sí. Los que vieron que la chica se está levantando y están decididos a ocupar ese asiento cueste lo que cueste. Y los que lo dejan pasar. A él. Al cieguito. Al que ven todos los días. Al que recorre el pasillo murmurando bajito sin que nadie sepa qué dice exactamente. Al cieguito que ahora avanza con su jarrito de aluminio esperando sentir el tintineo de alguna moneda para intercalar un balbuceo ininteligible.

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Lecturas subterráneas 2

Lecturas subterráneas 2Toc, toc. La puerta se abre y mi psiquiatra me franquea el paso. Su consultorio me resulta desconocido; es el mismo, sí, pero distinto. Me pregunta si estoy mejor y yo, sin mirarlo, repregunto: ¿mejor que qué? Mejor que la última vez, me dice. Su consultorio está distinto. Está ordenado. Todo está ordenado. Los papeles sobre su escritorio se acomodan de manera simétrica y equidistante.

Voy a dejar de contar lo que la gente lee en el subte, le digo. Me mira. Más bien me escruta. Y me pide que vuelva a poner ese signito delante de la palabra subte. Me explica que los cambios deben ser graduales.

Le digo que yo respondo mejor a los cambios radicales, como cuando dejé de fumar. Dejé y listo.

Ahora me pide, diría que me suplica que vuelva a poner el signito delante de la palabra subte. Y lo veo tan mal que accedo. Y le repito mi sentencia: voy a dejar de contar lo que la gente lee en el #subte. Empieza a sudar.

Por sugerencia de mi psiquiatra, hoy comparto la segunda recopilación de tuits realizados desde el #subte, de enero a febrero de 2011. Dice que mi TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) está mejorando. No estoy seguro de lo que eso significa. (más…)