La decisión de cambiar el auto implica encarar dos actividades: recorrer concesionarias hasta encontrar el auto soñado (que no es otro que el que se puede comprar) y vender el usado. La primera es bastante menos tediosa que la segunda. Cuando yo era chico, para vender el usado bastaba con lavarlo muy bien, estacionarlo en la puerta, ponerle una lata en el techo y esperar a que te toquen el timbre. Pero hoy existe Internet y los sitios de venta en línea, que es como si la calle Florida pasara por el comedor de tu casa un martes al mediodía. Entonces lo lavé, le saqué una linda foto, y me metí de lleno en la publicación del aviso. «Sea original», recomendaba la página en cuestión. Lo vendí en menos de una semana.
Busco una familia nueva
Todavía recuerdo ese día con nitidez. Yo estaba en el medio del salón de ventas cuando la vi entrar y caminar directamente hacia mí. Recuerdo que la atracción fue inmediata. Yo, inmóvil, la miraba. Ella se detuvo a menos de un metro de distancia y empezó a caminar lentamente a mi alrededor, observando con detenimiento cada detalle de mí. Aunque no pude verla, juraría que al pasar por detrás me rozó levemente con la punta de los dedos. Al terminar su giro de trescientos sesenta grados, se detuvo frente a mí y, sin quitarme los ojos de encima, dijo: «Me encanta». Una semana después me llevó a vivir con ella.
Hoy, a doce años de ese inolvidable día, ella decidió que es el momento de tomar caminos distintos. Que para los dos ha llegado la hora de cambiar, de renovarnos, de pensar en vidas nuevas. Y aunque me cueste reconocerlo, ella tiene razón.
Han sido doce años extraordinarios; 133.000 kilómetros en los que mi principal preocupación fue estar al servicio de ella y de toda nuestra familia, abrazándolos con mis cinturones inerciales delanteros y traseros cada vez que salíamos a pasear. Nunca fue para mí un esfuerzo. Mi motor de 2.000 centímetros cúbicos me dio siempre la energía necesaria para llevarlos sin agotarme. Claro que ella también me cuidó, haciéndome rigurosamente todos los services en concesionario oficial, utilizando siempre repuestos originales. Uno de sus últimos mimos fue mi nuevo calzado, un juego completo de cubiertas Pirelli, que con mis frenos a disco en las cuatro ruedas me garantizan, incluso a mi edad, un andar tan suave como seguro.
Nos costó ponernos de acuerdo en algo. Traducir en valor nuestra relación no fue fácil. Hay situaciones que no podemos medir, recuerdos y vivencias de las que no podremos desprendernos y que quedarán para siempre entre nosotros. Finalmente decidimos que el resto, todo eso de lo que sí podemos desprendernos, podía valuarse en $ 24.000,00.
Hoy ella me dijo que no me preocupe, que del mismo modo en que sucedió hace doce años, seguramente ahora encontraré mi nueva alma gemela. Y yo le creo.